Y cantamos
Y bailamos
Y no nos cansamos
De ser niños
Jugamos
En nuestra vieja infancia
Minha infancia - Tribalistas
Mi primera visita a un museo no me la acuerdo. Seguro fue con la escuela y debe haber sido al Histórico o al de Bellas Artes. En esa época no había 16 museos como hay ahora en Bahía. No voy a decir que eran 2 porque quedo muy viejo. Los dos museos que teníamos en la ciudad estaban bajo tierra. Sí, el primer recuerdo que tengo de un museo es del Histórico y del indio que estaba en la primera sala que era una mezcla de anfitrión, de cuida-sala y de guía de la muestra. Bueno, es mi recuerdo y yo le pongo todo lo que quiero.
1 - Barrilete cósmico ¿de qué planeta viniste?
Remontar el barrilete en esta tempestad
Solo hará entender que ayer no es hoy
Que hoy es hoy
Y que no soy actor de lo que fui
Spaghetti del rock - Divididos
“El domingo vamos al sesquicentenario” decía mi abuelo o mi viejo y ya sabíamos a qué. No era sólo cargar el auto y salir, era primero meternos en el patio a buscar unas maderitas o unas cañas, que si estaban secas mejor para que no las rompa el viento. Se me hace que el abuelo se había tomado el trabajo de desparramar esas ramitas o cañas por el patio previamente. La abuela hacía el engrudo y traía los hilos. Papel no faltaba en el galpón del abuelo. Empezaba el armado, todo un ritual, todo un aprendizaje, toda una experiencia.
No te cuento de la ansiedad arriba del Citroen camino al parque, cruzando la ciudad desde Villa Mitre. Remontarlo en viaje sosteniéndolo sentado en el asiento de atrás, pasando el hilo por la ventanilla del auto, para mí era una muy buena idea. Para el resto no.
Si querés salir a remontar barriletes y querés armarte los mejores, hacete la diplomatura en barriletes del Museo del Puerto (1)
2- Juego, luego existo
Sólo los chicos
Sólo los chicos
Sólo los chicos
Tan sólo los chicos
Sólo los chicos
Sólo los chicos
Sólo los chicos
Tan sólo los chicos
Sólo los chicos - Fito Páez
3 - Afecto natural
Un pantalón de niñe, no como "ready-made", ni como indagación del simbolismo de la ropa, sino como soporte de los miedos cotidianos, de las obsesiones y las intuiciones oscuras que afectan la vida cotidiana de las mujeres. De lo íntimo-privado a lo público-social exterior, mostrando sus posiciones críticas y sus opciones sociales.
Un pantalón de niñe cubierto de alfileres que hieren su "piel". Con algo de perversidad, la obra habla del cuerpo inmaduro, vulnerable, sujeto a la violencia de los tabúes históricos.
La infinidad de pequeños alfileres, con agudas puntas, simbolizan reiteradamente las mismas heridas (¿del cuerpo o del alma?).
“Afecto Natural” de Silvia Young. - Primer Premio Adquisición Bienal Nacional de Arte de Bahía Blanca- 2 Museos. 1997 (jurado conformado por Arestizabal, Irma; Oliveras, Elena; Polesello, Rogelio.)
“La vida en la cabeza de un alfiler" podría resumir la obra última de Silvia, esa pequeña esfera brillante, multiplicada hasta un infinito territorio de cuerpos, objetos cotidianos y sentimientos. Cada alfiler registra obsesivamente recuerdos, los tiempos que acompañaron a los acontecimientos, los bienes simbólicos que atesoraban y como un “chip” los mantienen sobre la obra, conservando, dando testimonio personal, biografía al fin, de un hilvanado recurso, prueba de (des)medida, para coserlo definitivamente. Tal vez su muerte haya sellado esa costura abierta y punzante de la vida.” (Fazzolari, 2000)
En el 96 se había realizado la primera Bienal Regional de Arte y en el 97 la primera Bienal Nacional de Arte y el primer premio fue para esta obra de Silvia Young. Desde los medios José Román Cachero, indignadísimo, no podía dejar de protestar por el destino del erario público.
4- La Fontana di Arrieta
Allá por agosto de 1991, los chicos del taller de lectura y escritura de La Casa del Sol Albañil llegaron hasta los muelles del puerto de Ingeniero White -entonces era un poco más fácil- con botellas llenas de mensajes que lanzaron a las aguas de la ría. En este libro Mirta nos cuenta qué pasó con esas botellas, cuál fue el itinerario de sus palabras en ese otro mar (hoy nos despertamos líricos) que es el tiempo.
Pero como esta no es otra que la propia historia de Mirta y su fe inquieta en la educación por el arte, este domingo vamos a aprovechar para escribir y embotellar junto a ella nuestros propios mensajes. Sueños, deseos y reclamos que serán lanzados a la Rambla, si la marea está alta o, en su defecto, a la Fontana di Arrieta.
“En tiempos en los que se prestigia la inmediatez, lo urgente, la supuesta ultra comunicación que ofrece la tecnología, creer en la espera, en el camino del agua, en el azar, en los encuentros a deshora… puede ofrecer disfrutes impensados.”
Esta es una pequeña muestra (se dice el sueño pero no el soñador) de lo que nos encontramos entonces en la Fontana di Arrieta.
- Deseo que todos tengamos derecho a la palabra y a la voz.
- Que mi mamá mejore su salud. Que mi hijo sea feliz. Que no haya contaminación. Que hagamos lo posible por reducirla. Que haya amor con P... Que consiga un trabajo rentado. Felicidad. Deseos. Amor. Salud. Curiosidad.
- Quiero tener un perro salchicha.
- Deseo una sociedad un poco (o quizás muchísimo) más respetuosa en general de su prójimo, más apasionada, desinteresada, menos individualista y egoísta, me zarpé, ¿no? ¿Vengo pidiendo demasiado?
- Que cada cual encuentre su media naranja, y la disfrute.
- Deseo horizontes de posibilidades, igualdad de oportunidades para los/as niños/as del “BAJO RONDEAU”.
- Quiero una pelota para aprender a jugar bien al fútbol. Cuando sea grande quiero ser constructor.
- Deseo que la ría vuelva a ser del pueblo y que Mirta esté siempre produciendo actividades y belleza.
- Que nadie se rinda.
- Desarrollo sustentable en la ciudad, el puerto y los barrios.
- Me gustaría poder volar como los pájaros libremente para ver todo desde arriba (incluye dibujito).
- Deseo que no se termine el mundo por la contaminación y pueda ser una gran jugadora de voley.
- Deseo que los ferrocarriles se ramifiquen como un árbol que vuelva a dar vida y trabajo a nuestro país.
- Me gustaría comer sushi.
- 31-07-2011. Deseo encontrarme algún día con mi mitad perfecta, con el amor de mi vida, aquí, allá, más allá del horizonte, en esta vida o en otra. Verónica... Tel. 486…
- Trabajo y estudio para todos!
- Trabajo seguro y digno.
- Deseo... Felicidad para mí y mi familia y encontrar el camino y salud y y y y… tampoco voy a ser tan pretencioso!
6 - Bandidos del tiempo
Al igual que Kevin, cuando era chico me gustaba leer historietas; lo que no tenía en la pieza era ese increíble portal en el que un día apareció un grupo de enanos. Enanos que venían escapando desde la época de los 7 días durante los que se realizó la creación del mundo, en la que ellos participaron creando los árboles. Los enanos le habían robado a su jefe el mapa con el detalle de los distintos portales del tiempo, y escapan robando todo tipo de reliquias y riquezas. Kevin sin quererlo se une a la banda y conoce a Napoleón Bonaparte, luego a Robin Hood, al Rey Agamenón, se hunde en el Titanic y más. (2)
Viajar a 1876 a Cerri, bueno, en ese momento, a Cuatreros, y ver dónde se construyó originalmente el Fortín Cuatreros cuando Alsina propuso un plan de fortificar el río Sauce Chico, que constituía un límite natural del partido de Bahía Blanca. Porque la construcción original del Fortín Cuatreros aún no fue localizada arqueológicamente. Verlo al Teniente Coronel Graduado Daniel Cerri, el encargado de diseñar este plan, quién organizó la construcción de la fortificación denominada Fortín Cuatreros en la culminación de una línea de frontera que finaliza en los cangrejales próximos a la costa.
El 1 de mayo de 1886 viajar a Chicago y casi dos meses después venir a Bahía que se vota, hay elecciones, se elige el primer intendente de la ciudad. El 24 de junio de 1886, los 4320 habitantes (en verdad menos porque sólo votaron los hombres) eligieron a Teófilo Bordeu, un joven de 29 años, como el primer intendente.
Meterme el 30 de junio de 1968 en la cancha de Estudiantes, en el Osvaldo Casanova, para ver a la selección de Bahía, “Estudiantes reforzado” dicen la crónicas de la época, con los Gulf Oil de USA. Sentarme al lado de Omar Morán, el fotógrafo que cubría el básquet para la revista El Gráfico y para La Nueva Provincia. Omar se ponía debajo de uno de los aros y se movía un poco hacia los laterales. Sus cámaras no tenían zoom, así que tenía que buscar la foto. Una de las que tomó aquella noche es considerada entre las más emblemáticas del básquet local. La hizo apenas terminó el partido, retratando el abrazo final entre Fruet, Cabrera y De Lizaso.
Escucharle decir a Lito Fruet “Qué lungos son”. Lito que en ese partido tenía 26 años y y era el veterano del equipo. Siete de los 12 integrantes del plantel visitante superaban los dos metros de altura. Del lado local, la inicial con Atilio Lito Fruet, Alberto Beto Cabrera y José Ignacio el Negro De Lizaso, más Jorge Cortondo y Roberto Ojunián. Completaban el plantel Tito Lousteau, Castaldi, Poloni, Norberto Tomás, Santa Cruz y Amodeo. La selección tenía una altura media de 1.87 m, 23 años de edad y los dirigía Carlos Danussi. Los árbitros bahienses: Rodolfo Gómez y Jorge Tognini.
El primer triunfo de Bahía sobre un equipo yanqui. Verlo a Morán que de estar a mi lado, en el aro que da a calle Santa Fe salir corriendo a sacar la foto, porque el abrazo se lo dieron en la mitad de la cancha, se tuvo que acercar bastante para sacar esa foto. Ser uno más de lo que en ese momento festejábamos con una ovación enorme. (3)
7- Cuando el niño era niño no sabía que era niño
Cuando el niño era niño andaba con los brazos colgando,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuera un torrente y que este charco fuera el mar.
Cuando el niño era niño no sabía que era niño,
para él todo estaba animado
y todas las almas eran una.
Cuando el niño era niño no tenía opinión sobre nada,
no tenía ninguna costumbre,
se sentaba en cuclillas,
tenía un remolino en el cabello,
y no ponía caras cuando lo fotografiaban.
Cuando el niño era niño era el tiempo de preguntas como:
¿Por qué yo soy yo y por qué no tú?
¿Por qué estoy aquí y por qué no allí?
¿Cuándo empezó el tiempo y dónde termina el espacio?
¿Acaso la vida bajo el sol no es sólo un sueño?
Lo que veo y oigo y huelo,
¿no es sólo la apariencia de un mundo ante el mundo?
¿Existe de verdad el mal y gente que realmente son malos?
¿Cómo puede ser que yo, el que soy,
no fuera antes de devenir,
y que un día yo, el que yo soy,
no sea más ese que soy?
Cuando el niño era niño le costaba tragar las espinacas,
los chícharos, el arroz con leche y la coliflor al vapor,
y ahora come todo, no sólo por necesidad.
Cuando el niño era niño alguna vez despertó en una cama extraña,
y ahora lo hace seguido.
Muchas personas le parecían bellas,
y ahora, sólo en ocasiones, con suerte.
Imaginaba claramente el paraíso,
y ahora, como mucho, lo adivina.
No podía pensar en la nada,
y hoy se estremece ante ella.
Cuando el niño era niño jugaba entusiasmado,
y ahora se concentra como antes
sólo si se trata de su trabajo.
Cuando el niño era niño las manzanas y el pan
le bastaban de alimento, y todavía es así.
Cuando el niño era niño las moras le caían en la mano,
como sólo caen las moras, y así es todavía;
las nueces frescas le ponían áspera la lengua,
y así es todavía;
encima de cada montaña tenía el anhelo de una montaña más alta,
y en cada ciudad el anhelo de una ciudad aún más grande…
y siempre es así todavía.
En la copa del árbol tiraba de las cerezas
con igual deleite lo hace hoy todavía;
se asustaba de los extraños como todavía se asusta;
esperaba las primeras nieves y todavía las espera.
Cuando el niño era niño
lanzó un palo como una lanza contra el árbol,
y hoy vibra así todavía.
Peter Handke para la película “Las alas del deseo” de Win Wenders
8 - Bajo las estrellas
Primavera
Hace 12.000 años
Soñé que andaba sobre el caparazón del gran gliptodonte. Me desperté con la voz de Ojo de Pájaro llamando a los hombres para ir a cazar. No quise jugar con las nenas a armar una casa. No quise acompañar a buscar palos a mi mamá. Caminé sola por el campamento sin hablar, sin saludar a nadie. Pasó la mañana y el medio día. Algunos chicos jugaban a cazar mariposas, las agarraban y las soltaban. Cielo del Norte podía agarrar dos a la vez, y hasta tres. Yo dije “¡soy una mariposa!” y empecé a correr aleteando con las manos, todos empezaron a perseguirme, pero yo era rápida y me escondía entre los pastos, de pronto aparecía y volvía a correr como volando mientras escuchaba sus risas alejándose, unas risas finitas. En un momento creí que eran las flores las que se reían. De pronto paré y estaba sola. Los demás ya se estaban divirtiendo con otra cosa. Estaba sola al pie de la montaña chata y me acordé del sueño, porque esa montaña era como el caparazón de un gliptodonte gigante, un gliptodonte de piedra. Empecé a subir. Tenía que ir bien despacio, mirando dónde ponía los pies, agarrándome con las manos. Pensé que no iba a llegar nunca, pero ya estaba en la punta chata de la montaña. Desde ahí podía ver todo: el arroyo, los chicos jugando, el campamento, mi mamá y mis tías pintando los cueros, más allá la sierra larga, todos los pájaros, todos los pastos; di media vuelta y vi a los hombres cazando. Pobres guanacos tratando de escapar, estaban rodeados. Volaban las lanzas, caían los animales. Me cansé de mirar. Me senté y al lado mío encontré una piedra. “Voy a hacer una lanza” dije. La empecé a tallar para hacerla más chata. El tiempo pasa rápido cuando se trabaja una piedra. Ya había salido el lucero. La noche estaba llegando y ya no veía a mi gente allá abajo. Antes de asustarme tuve la buena idea de cazar una estrella. Así podía bajar iluminada, iluminando con la estrella en la mano. Apunté al lucero y tiré la piedra para arriba con toda mi fuerza. Erré el tiro, pero no tanto, a alguna otra estrella le pegué porque la vi caer como caen los guanacos. Dibujó una raya blanca como una lanza para abajo ¡y abajo estaba el fuego! ¡y me estaban llamando! Me puse a gritar ¡Acá, acá! Mi papá y sus hermanos subieron a buscarme alumbrados con antorchas. Bajamos enseguida porque mi papá conoce el camino más rápido. Estaban todos comiendo la carne asada.
Cielo del Norte me dio un pedazo riquísimo, con mucha grasa.
7 de octubre de 2007
Salimos a cartonear con el Mono. El viejo no vino porque ayer se cortó con una lata y tenía la pata que no se podía ni mover. Para mí mejor cuando vamos los dos solos. El viejo es un amargo. Enseguida se ortiba, si corremos con el chango, si el Mono le chifla a alguna mina. ¡Las vas a asustar con esas crenchas! le dice. Pero para mí tiene pinta el Mono. Yo me quiero hacer un tatuaje como el de él, el de la calavera que parece que se ríe. Dice que cuando sea grande me va a llevar a lo del chabón que se lo hizo. ¡Si ya soy grande, tengo nueve! Que vas a ser grande piojo, me dice. Nos sentamos a descansar en la vereda del banco. Está toda llena de las flores de los árboles. El mono se encuentra tirado un pucho.
- Ojo vos, eh -me dice mientras se lo prende- Te llego a ver fumando y te mato a palo.
-¡¿A quién?!- le digo y le meto una piña en el brazo duro que tiene.
- Uhhh!- se hace el que se cae y queda panza arriba.
- ¿Viste piojo? Las estrellas salen siempre cuando nosotros salimos.
- Trabajan de noche
-¡Que van a trabajar! Son unas chetas, o por qué te creés que a los de la tele les dicen estrellas.
-¿Cuántas habrá?
-Miles, miles de millones, lástima que con este edificio podrido no se ven todas.
- ¿Y si vamos al techo Mono?
Al Mono le cabió la idea, porque él es bueno para trepar, me hizo pie hasta la parecita y después subió él. En un toque estábamos arriba. Desde ahí se veía todo el centro y hasta la villa se veía. Todo lucecitas para abajo y para arriba las estrellas.
-¡ Son miles de millones! - y justo que digo eso se cae una, rapidísimo, dibujó como una raya en el cielo.
-¡Mirá, se cayó una estrella! ¿Sabés lo que quiere decir eso piojo? Que somos dos tipos de suerte, que vamos a tener como todas las estrellas pero de billetes, o de minas mejor, o de autos, de lo que quieras. Yo pensaba en goles. Goles como miles de millones de estrellas cayendo uno atrás del otro en el arco. Pegué una patada en el aire, y algo habré tocado porque empezó a sonar una alarma. -¡Corré Piojo, corré que somos boleta!- pero qué, ya estaba abajo la yuta y unas viejas que gritaban ¡Allá están! ¡Están drogados! ¡Quieren robarnos!
Y las luces de la patrulla dando vuelta que se veía todo azul. (4)
Es la convicción que nuestra memoria se sostiene en las «cositas» conmensurables y tangibles que acumulamos a lo largo de nuestra vida. Sin estas pertenencias, objetos azarosos e insignificantes, no hay imágenes para el recuerdo.
A los 8 -10 años, en plena dictadura, desde la tv, al cierre de la programación, me mandaban a dormir, a portarme bien, y había que obedecer si queríamos un sueño feliz.
Ya llegó la hora de dormir,
el cucú nos manda a descansar,
te espera la cama,
-que espere sentada, me voy a jugar-.
Alto amiguito dónde vas?
Y a vos que te importa, no mandás!
A los empellones, aunque no te guste a la cama irás...
Ya llegó la hora de dormir
el cucú nos manda a descansar
otro que obedece y bien se merece un sueño feliz
un sueño feliz
un sueño feliz…
Bueno… Por ahora lo dejamos acá deseándole a todes un muy feliz día de las infancias. Te invito a suscribirte —y a visitar los museos de Bahía eligiendo una actividad— y a decirle a tus amigos y amigas que se suscriban -y visiten los museos. Y, por supuesto, podemos seguir la conversación por mail o en las redes -y por los museos de Bahía.
Y si querés que en el Newsletter aparezcan los temas que a vos te interesan decime: ¿Sobre qué tema de los Museos de Bahía querés que escriba?
Hasta la próxima.
Nos vemos por los museos
Christian
Museos de Barriletes por el mundo (de los museos)
Time bandits de Terry Gilliam 1981
La noche que Bahía Blanca le ganó a las estrellas del mundo - La Nueva
Bajo las estrellas. Alejandra Pupio, Roberta Iannamico, Clara Domini. Vacasagrada ediciones.