En el 97 o 98 un cable de 10 metros cruzaba toda la casa. El teléfono en el comedor y la compu la tenía en la habitación. Horas conectado a la compu navegando en internet o chateando. Así llegaba la cuenta de teléfono. Cortá que me tienen que llamar y da siempre ocupado, saltaba mi viejo que arreglaba con sus compañeros mozos por teléfono quién buscaba a quién para ir a trabajar. No fue hasta el 99, que apareció el wifi (guaifai) que la casa volvió a la normalidad. Y hoy es invisible -nadie piensa en internet, salvo cuando falta - y no podríamos vivir sin su flujo de datos, como me pasó a mí y les conté en un NL anterior.
Vivimos conectados de manera permanente, con el celu en la mano o lo más cerca posible. Miramos tele y tuiteamos -exiseamos, ¿cómo se dice desde que Elon le puso X a Twitter?- lo que está pasando; abrimos el celu por una u otra app cientos de veces a lo largo del día porque nos llegó un mail, una notificación de WhatsApp o para pagar algo con QR; e, incluso, como me pasó en Baires para poder ingresar al edificio en el que vivo. Esa conexión constante empieza a pasar factura -se me acumulan con las facturas que tengo por la edad- y para eso aparecen apps que nos limitan tiempo de uso o nos indican el “tiempo en pantalla”. A mí el reloj me dice que llevo mucho tiempo sentado, por ejemplo. Y que tome agua. También me dice que tengo una reunión en el centro en media hora y que el tránsito está pesado, que mejor vaya saliendo o voy a llegar tarde. Es como mi vieja, mi celu me reta.
La desconexión digital total es un privilegio inaccesible para muchos trabajadores que han convertido el celular en una herramienta de trabajo más.
1 - Internet se llenó de basura
De la pandemia íbamos a salir mejores y no, peores. De aquel Internet que nos haría libres democratizando el conocimiento y construyendo lazos, bueno, más bien un desastre: contenidos generados por Inteligencia Artificial, contenidos optimizados para SEO (para aparecer primeros en las búsquedas que realizamos), contenidos movidos por intereses meramente publicitarios. Eso es lo que uno se encuentra en estos días cuando hacés una búsqueda en Google. Pero no es solo cosa del buscador. El resto de las plataformas sufren del mismo problema: el modelo publicitario basado en la extracción de datos mercantiliza todo lo que encuentra a su paso y está convirtiendo la gran red en un basurero.
Google es solo el caso más evidente: ahora cualquier búsqueda devuelve un aluvión de contenidos optimizados por razones e intereses muy alejados de la calidad. Pero pasa también con las otras grandes plataformas que primero se adueñaron de la Red, y ahora la han convertido en un vertedero de anuncios, datos en venta y contenido sin verificar
Cory Doctorow le puso nombre al fenómeno hace unos años: Enshitification. ¿Cómo lo traducimos? ¿Enmierdamiento, mierdificación?.
La doctora en Comunicación Digital Jessa Lingel dice “En esta era no solo el quién está online ha cambiado; la clave es qué está online. Internet será más propensa a estar sesgada, a restarnos poder, o, simplemente, será simple”, en The Gentrification of the Internet: How to Reclaim Our Digital Freedom, donde analiza cómo la ética de las big tech (Amazon, Apple, Facebook, Google y Microsoft) priorizando el basurero de odio, racismo y mentiras que domina la conversación virtual. “Con las comunidades online pasa como en un barrio gentrificado: se están expulsando la diversidad y otros puntos de vista, dejándonos con plataformas que tienden al centro”
2 - FOMO
No se lo que quiero, pero lo quiero ya. No se lo que quiero, pero lo quiero ya,
No se lo que quiero, pero lo quiero ya,
No sé! - Sumo - Lo quiero ya!
Uno de los términos de los últimos años y que define al vínculo que tenemos con internet y las redes sociales es “FOMO” (siglas en inglés de “miedo de perderse algo”, ansiedad producida por desconectarse de las redes sociales). De FOMO ya hablábamos antes, el concepto como tal es anterior a las redes; ya había una sensación similar de perderse experiencias o momentos importantes en la vida social. Ahora, en el contexto de redes sociales, FOMO se conecta con la ansiedad de ver lo que otros están haciendo, como eventos, reuniones, novedades, y sentir que estamos quedándonos fuera de eso o "atrasados".
“El problema es que estas plataformas incentivan conductas de dependencia, pero ofrecen recompensas falsas. Cada ‘me gusta’ o comentario positivo proporciona una satisfacción instantánea, pero fugaz, y la falta de estos genera ansiedad y sentimientos de exclusión. Es un ciclo que alimenta la inseguridad y el temor de ‘perderse de algo’, lo que conocemos como FOMO, en una escala que nunca antes habíamos visto. Los adolescentes, atrapados en este sistema, experimentan una mayor dificultad para diferenciar entre el ser y el parecer, algo que contribuye directamente a una generación marcada por la ansiedad.” (1)
Haidt sugiere que este fenómeno del FOMO, entre otros factores, contribuye a una cultura donde los jóvenes se sienten constantemente evaluados y comparados, lo que tiene un impacto profundo en su salud mental.
“En los adultos, la ansiedad parece menos orientada a la comparación social directa y más a la incertidumbre sobre el futuro y la sobrecarga de información. La misma tecnología que promete facilitar nuestras vidas también nos abruma con decisiones constantes, y esta sobreabundancia genera parálisis y estrés. Los adultos hoy enfrentan más decisiones en un solo día que sus padres o abuelos en una semana. La necesidad de gestionar todos estos flujos de información y opciones nos deja, paradójicamente, más inseguros que nunca.”
“La ansiedad en los adultos se amplifica con la constante conexión a la tecnología, lo que hace difícil escapar de las presiones del trabajo o las expectativas sociales. A diferencia de generaciones pasadas, que podían ‘dejar el trabajo en el trabajo’, las tecnologías actuales permiten que los adultos permanezcan disponibles todo el tiempo. Este nuevo modo de estar siempre ‘en línea’ genera un estado de alerta y un agotamiento crónico que nutre la ansiedad."
Haidt también argumenta que, para los adultos, la ansiedad suele estar más ligada a un sentido de falta de control en sus vidas, especialmente cuando se sienten atrapados por las demandas laborales o los desafíos de equilibrar la vida personal y profesional en una era hiperconectada. Esta sensación de ‘desbordamiento’ y de siempre estar ‘atrasado’ contribuye a que la ansiedad sea uno de los desafíos psicológicos más comunes en nuestra época.
3 - Está hablando del faso
Muchas obras de arte sobre la ansiedad pero una que conocemos todos es “El grito” de Edward Munch de que el propio Munch nos cuenta de dónde surgió la idea para su obra más famosa en su diario de 1892: Paseaba por un sendero con dos amigos – el sol se puso – de repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla muerto de cansancio – sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad – mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad, sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza.
Me gusta mucho Hopper y me gusta leer Nighthawks en clave de ansiedad porque aunque vemos a varias personas en el café todos están desconectados entre sí y esa sensación de soledad en medio de una multitud es un síntoma común de la ansiedad.
4 - Un cuento chino
¿Sabes qué es un cuento chino? Además de su sentido literal (Un cuento escrito por un chino, o que la historia trata de ciudadanos de china o que la historia sucede en China) también es una frase coloquial que se usa cuando se quiere decir que una historia o una noticia es mentira, falsa, inventada, que no hay que creérsela.
"Mentir constantemente no tiene como objetivo hacer que la gente crea una mentira, sino garantizar que nadie crea en nada.
Un pueblo que ya no distingue entre la verdad y la mentira no puede distinguir entre el bien y el mal: un pueblo privado del poder de pensar". Hannah Arendt
El discurso del odio es más pregnante que el de sus adeptos. Desafían la integración vertical, el establecimiento de un contacto fluido con el común de la población.
Podríamos decir que las redes buscan desarmar propagando una ideología anti-política, antisistema y anti-estado. Las “tecnologías del odio” socavan la legitimidad de la política a través de intervenciones virales en las redes que conducen a una violencia en las calles.
“Las redes sociales nos conectan, pero también dominan nuestros datos y lo que consumimos, haciéndonos más vulnerables a la manipulación. Los mensajes de odio, que generan tráfico, se hacen virales con facilidad y, con ello, aumentan los ingresos publicitarios. Su interés como compañías con ánimo de lucro es lo que termina imponiéndose, creando un choque entre su negocio y el bien común. Para evitar que estas plataformas invadan nuestra privacidad y afecten la democracia, necesitamos transparencia en sus algoritmos y un equilibrio de poder que devuelva algo de control a los usuarios.”
En El Poder de los Memes, Bradley E. Wiggins analiza los memes como unidades de comunicación digital, cómo no solo son herramientas de entretenimiento, sino también poderosos vehículos de ideología, cultura y política. A través de su viralidad, los memes tienen el poder de influir en la opinión pública y modificar el comportamiento social, funcionando tanto como elementos de humor como medios de protesta, activismo y manipulación.
5 - El hogar como el escenario del ocio
Las actividades de ocio en los últimos años mayormente están mediadas por herramientas tecnológicas. Apps de citas, apps de delivery y las plataformas de streaming que hace que el cine también se traslade al hogar. De las actividades que más realizamos en tiempo libre es chatear, jugar juegos online o simplemente navegar por internet.
“El panorama de estos cambios parece apuntar a un ocio relacional cada vez más mediado por la tecnología digital, y cada vez más casero”, comentan Elena Rodríguez San Julián y Juan Carlos Ballesteros Guerra, autores del informe Jóvenes, ocio y tic.
Cada vez más casero, pero no como buscamos en museos caseros, con los afectos de un hogar, nos interesa jugar: juegos de mesa, compartir recetas que vienen de nuestros abuelos o de esos viejos recetarios que las marcas usaban para difundir sus productos. Es una vuelta al disfrute por el disfrute mismo, sin las presiones de lo útil o lo rentable, simplemente porque sí. En esos momentos, el ocio recupera su verdadero sentido: un espacio para aburrirnos un poco, solos o en compañía, para recargar energías o perder el tiempo en algo que no busca “rendir.”
Si atendemos a la etimología de la palabra “negocio” (del latín nec-otium, “lo que no es ocio”), resulta evidente que estamos perdiendo tiempo libre. Porque, al rentabilizarlo, nos negamos espacios de desconexión auténticos donde recuperarnos física y mentalmente y donde explorar nuestro yo más allá de nuestra faceta productiva.
Pero, además, mantenernos en modo trabajo distorsiona la espontaneidad y la franqueza que necesitamos para construir otras relaciones no laborales tan importantes como las de amistad. De modo que, en vez de buscar amigos ante los que desprendernos de nuestras imposturas profesionales y mostrarnos vulnerables, seguimos esforzándonos por proyectar una imagen competitiva que atraiga posibles aliados o socios”, dice Eduardo Vara en Maldito trabajo y plantea cómo incluso el tiempo de ocio está siendo absorbido por una mentalidad productivista, donde las metas y objetivos invaden nuestras actividades personales, como si fueran un "trabajo" más.
Conocí a Remedios Zafra en España gracias a la divina persona que era Araceli Corbo del Musac. Remedios Zafra este año publicó en Anagrama El informe, que ya leí. En El entusiasmo - precariedad y trabajo creativo en la era digital, libro anterior que también leí, Zafra nos contaba cómo los trabajadores creativos enfrentan la precariedad en la era digital, impulsados por la pasión y la vocación, incluso bajo condiciones de explotación. En El informe, va más a fondo en cómo la tecnología agrava esta vulnerabilidad, desdibujando las fronteras entre lo laboral y lo personal hasta llegar al agotamiento, y llevando la precariedad a un nivel estructural. Se enfoca en cómo la economía actual afecta a quienes trabajan en áreas creativas e intelectuales, describiendo una “precariedad invisible” alimentada por la tecnología, que impone flexibilidad y conectividad 24/7, haciendo que trabajo y ocio se mezclen.
Cómo el trabajo digital parece ofrecernos autonomía y libertad, pero en realidad nos expone a un sistema de explotación donde se nos exige producir y competir de manera intensa y constante. También en El Informe Zafra describe el fenómeno del burnout y el agotamiento que surge cuando el trabajo ya no se siente como un espacio para crecer o desarrollarse, sino como una carga constante. Cuestionando el costo emocional de estar siempre "disponibles" y de tener que cumplir con expectativas cada vez más altas, lo que convierte al trabajador en una especie de "maquina creativa" desprovista de descanso auténtico.
La semana tiene 7 días y cada día tiene 24 horas por lo tanto 7 (24) =168 horas. De esas 168 horas de la semana pasada, la app del celu me dice que mi tiempo en pantalla fue de 95 h 15 m sumando los dos dispositivos, compu y celu. Pasé más horas frente a la pantalla que fuera de las pantallas. Y eso que hace casi dos años que tengo desactivadas todas las notificaciones del teléfono y del smartwatch.
6 - Un optimista ingenuo
Futuros hechos de locura virtual ahora. Siempre parece que nos regimos por este amor que tenemos. Por inútiles y distorsinadas nuevas tecnologías. Oh, ahora no hay sonido porque todos vivimos bajo tierra. - Virtual Insanity - Jamiroquai
Nam June Paik exploraba las posibilidades de los medios de comunicación masivos y las tecnologías emergentes con una visión de futuro impresionante. En la década del 70 hablaba de “superautopista electrónica” y escribió sobre un futuro, no muy lejano, en el que las nuevas tecnologías de los medios conectarían a las personas a través de redes globales; si, hablaba de Internet antes de internet.
Nam June Paik, Bakelite robot, 2002 e hijos Manuel y Pedro en la Tate
Paik se planteó explicitamente en esta obra "cómo humanizar la tecnología", y como éramos dominados por la televisión.
¿Se considera usted un optimista? Nam June Paik, muy serio, contestó: "Puedo definirme como un optimista ingenuo". (1)
Esta otra obra de Paik de 1986, de la colección del Reina Sofía, que tuve la posibilidad de ver más de cerca, es un collage sin fin saturado y veloz de imágenes extraídas de sus principales trabajos en vídeo monocanal, un hilo continuo de imágenes comerciales y banales mezcladas con las coreografías de Merce Cunningham y las performances con Charlotte Moorman a través de las que Paik transmitía la complejidad de un mundo cada vez más interconectado e interdependiente. Todo en un ambiente mudo, sin sonido, que potencia la idea de espejismo e irrealidad. Paik parece así referirse al nuevo régimen del arte bajo la industria cultural y el capitalismo global, donde las fronteras entre arte y entretenimiento, entre información y espectáculo se diluyen. (3)
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La Generación Ansiosa - Jonathan Haidt
EXTRAS
Una peli
High Anxiety de Mel Brooks
Her (2013)
Un libro
Homo Deus: Breve historia del mañana" de Yuval Noah Harari
Dos docu
El dilema de las redes sociales si, en Netflix.
La red antisocial también en Netflix